lunes, 10 de agosto de 2015

LAS MOSCAS

Agosto, y había dejado atrás el bosque de Superbagnères, subía los últimos Km de la estación de esquí, pedaleaba las últimas rampas, mi respiración acompasada, mis piernas rítmicas, el sudor corría libre ya por todo mi cuerpo, un halcón cruzaba las nubes bajas de niebla para volver cerca de mi, sobrevolándome, y descendía rozando las cunetas, suspendiéndose otra vez en los acantilados.
Y las moscas, un pequeño ejército de moscas, en mis manos, en mis orejas, en mi frente, en el cuello, en las piernas, en los brazos.
Estaban ahí para romper la armonía del sufrimiento rítmico, poco tenían que ver con la mística del dolor o de la resistencia física y mental. Subía mirando de frente a la cima, sin miedo, eran las moscas el único elemento discordante, me impedían concentrarme, rompían el hechizo de las cumbres.
¿Qué pintan aquí las odiosas moscas? Pegajosas e insistentes, acosaban a las vacas y a los caballos, libres en las praderas altas y desnudas. Se enganchaban a mi ascenso y revoloteaban mi lenta subida.
Luego en el descenso, bajaban como polizontes en mi maillot, todas juntas y apiñadas en mi espalda.
Dentro de unos años, recordaré esta subida, los hayedos verdes, las pendientes duras y empinadas, las curvas escarpadas del camino, los valles lejanos allá abajo, el vuelo del águila, los bosques diseminados y sus praderas, el ritmo de la ascensión, la plenitud física.
Pero ahora quiero nombrar a las moscas.
Es la circunstancia externa que se cuela siempre, la pega imprevista, el nudo con el que no contábamos.  La pesada burocracia que nos impide mirar hacia lo alto.
Y rompemos el equilibrio a manotazos, y las moscas siguen ahí, y la bici se tambalea y rompe linea y lo adjetivo acaba siendo absurdamente sustancial, nos persigue y perdemos trayectoria.
El maestro zen capturaba las moscas en vuelo con sus palillos sin alterar su meditación.
La belleza inmensa de la montaña perturbada por un insecto.
Algunos acaban viendo sólo moscas.
Otros la cumbre recortada contra el azul del cielo.
Pero las moscas existen.

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