lunes, 28 de noviembre de 2016

LA BUROCRACIA PARALIZANTE

Dedicarse a la pintura, intentar sacar lo mejor de uno, ir a tientas acercándose al misterio, sentir la pequeñez de lo humano y la dificultad de comunicar ese temblor que se siente ante la vida, en verdad nada tiene que ver con la metodología de otras ocupaciones.
Visitar ventanillas, emprender proyectos empresariales, depender de permisos que tienen que dar organismos oficiales y estatales, hay que tener mucha paciencia y las espaldas anchas ante la incompetencia, la desidia, la falta de ética de personas que parecen empleadas no para ejercer un servicio público y resolver trámites necesarios, sino que se diría que están en sus puestos justo para entorpecer, par derribar sueños, para desesperar al más ilusionado de los emprendedores.
Es difícil que un país funcione con todas estas trabas.
Es imposible.
Pero existen personas admirables y tenaces que logran sacar adelante sus proyectos.
A pesar de todo.
Sostienen el mundo.
Algo tan sencillo como concertar una cita para que te enseñen un inmueble ha de pasar por los trámites innecesarios de los correos electrónicos de diversos empleados, en vez de llamar por teléfono y dar una orden para que la persona adecuada abra una puerta. Son filtros que se ponen y tienen sus motivos lógicos, pero cuando aclaras el por qué de la visita y tu identidad te topas con el cerril de turno cuadriculado que no tiene la cintura necesaria para saber a quién tiene que filtrar y a quién no.
Me imagino una vida dedicada a tratar en estas ventanillas, y se me ponen los pelos de punta.
¡Que cantidad de sofisticación sobra, que falta de sencillez, que pérdida de tiempo y dinero!
Que horror de horrores.

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