Salía a pintar a última hora , dos horas antes de que se pusiera el sol. Iba preparando las sucesivas capas de pintura para dar el color justo en ese momento en el que ya no hay sombras y cada cosa está en su ser. Nunca conseguí esa media luz que transita hacia la oscuridad. Así que todos los días borraba lo hecho, hasta que un día vi que el color borrado y arañado era un inicio de luz.
Y así lo dejé.
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