miércoles, 3 de diciembre de 2014

MARTIN MUÑOZ

El prado verde, bajo la gran montaña, en una atalaya, divisando el valle. Las tierras rojas al fondo, en el horizonte lejano. Ese lugar, donde la luz queda suspendida y extrae el ser de cada cosa envolviendo lo vegetal, lo mineral y lo humano en lo inmaterial.
Esa luz que te lleva de la mano hasta la presencia del alumbramiento.
Un lugar para tumbarse en la hierba y regresar al silencio que precede a las cosas.
Un territorio para acoger  la obra que van dejando unos pocos peregrinos alucinados.

(Para Marta Maíz y Enrique Herrada)

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