Si se trata de mirar, de leer, a nadie le gustan las vidas planas, rectilíneas, además la vida sin sobresaltos es aburrida para el espectador, el héroe es un elegido y por eso es puesto por el destino ante las encrucijadas más difíciles, zarandeado desde las cumbres a los abismos. La vida anodina y moderadamente feliz es deseada por la mayoría para si, pero no es materia para la literatura ni para el cine. En esto, como en todo, tiene mucho que ver el azar y la matemática. Cuántos héroes caen muertos en su primera batalla, cuántos osados y hombres llenos de fe en si mismos nunca alcanzan la gloria, el que se aparta del camino trillado sabe que se va a convertir en un desheredado. Solamente las estrellas rutilantes crean estela, tienen seguidores, inician estirpes. Moisés abandonó a su familia para liberar y dirigir a su pueblo, cruzó desiertos y mares, cargó sobre sus hombros la esperanza de toda una muchedumbre esclavizada. Fue un elegido, un iluminado, creyó pertenecer a una raza dominante y supo de su nacimiento proscrito. Fue expulsado de la riqueza y el poder y se encontró despojado de todo. En su travesía conquistó una felicidad humana y también fue obligado a abandonarla. En el horizonte de su vida clamaba una voz despiadada, inhumana y clarividente. Uno entre un millón la hubieran seguido. Por eso él fue el elegido.
La humanidad elige a sus modelos contra las propias leyes del sentido común.
Por eso la verdad reina en otros mundos.
Por eso el Mesías dijo: “ Mi reino no es de este mundo"
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