martes, 9 de diciembre de 2014

GOLGOTA

Hubo un tiempo de bonanza en el que era fácil creer. Cuando las puertas se van cerrando y los caminos se alargan laberínticos, dejamos caer la cabeza en nuestras manos, y miramos hacia atrás creyendo que la bienaventuranza se fue, pues el poder es siempre cruel y fariseo, hoy también. Los poderosos no dudan, viven en su opulencia y van dejando víctimas por su camino. Hay mucha injusticia, y parece que todo es cinismo y descreimiento, pero hoy, como ayer y mañana, seguirá existiendo la fe, quizá no esté en las tribunas, ni siquiera en los púlpitos, surge más bien en los rincones desperdigados de la vida. Brilla, aunque escape a nuestro entendimiento, en lugares donde existe la desgracia y la enfermedad, donde el cuerpo anuncia su fin y el espíritu reclama su inmortalidad. Siempre habrá visionarios que miren más allá y sientan una respuesta a su sed. Y ya no vuelven a vivir igual. Todos tuvieron su Gólgota, lo que pareció una muerte, fue un principio. Y comienzan a dar de beber al sediento.

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