jueves, 29 de mayo de 2014

                                                          CADA DIA

Cuanto de soledad hay en la pintura, eso solo lo sabemos los pintores. La gente ya no tiene tiempo para pasar horas en el Estudio posando pacientemente y asistiendo en directo a la pintura del retrato. Ya no hay talleres grandes donde el Maestro tenía sus aprendices y la enseñanza era un proceso diario y natural. Ahora los pintores somos solitarios encerrados en nuestros talleres.
Eso no quiere decir que lo de hoy sea peor  que lo de ayer, es un hecho, es así. La soledad también te da una libertad inmensa, no está la presión de enseñar lo que pintas y ver si es aprobado por el retratado.
 Y la creación puede ser sin barreras, el estudio se puede desmontar y mover entero, para que la danza de la pintura surja , papeles de periódicos por el suelo, botes llenos de óleo, pinceles, aceites, trementina, ese olor denso que se te mete hasta los huesos. Sí, la pintura es algo físico, tiene su cocina, hay que mancharse las manos y olvidarse del mundo que hay tras el ventanal, para que del lienzo surja el mundo propio.
  Pero el Estudio no es una torre de marfil. Al pasar las horas, cuando uno ya está inmerso en ese silencio detenido, todo se va poblando de vida al ritmo insonoro de la luz, los rostros se recogen en su propia gloria, los paisajes elegidos se convierten en la Tierra prometida, los cielos se despliegan expansivos, la delicadeza terminal alumbra en las flores antes de marchitarse. El roce del pincel acaba siendo el mantra de una oración.
    Y así cada día.




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