miércoles, 21 de mayo de 2014

LOS EXTREMOLICOS

Ocupaba el asiento trasero de un Taxi que circulaba por la calle Mayor, y entonces vio, a través de la ventana del coche, a un hombre maduro, con su bigote y su sombrero, del tamaño de un niño de siete años. "Mire... Mire que perfección de hombre diminuto..." le dijo al taxista, y este, al ver a aquel ser extraordinario, contestó -" si, si, ese es como los melancólicos..."
Al ver la expresión estupefacta del viajero, el taxista intentó precisar: -" si hombre, esos que son achinados..."
 Se refería a los mongólicos, esos seres sagrados que tienen el síndrome de Down.
Cualquier tara física, supone una marginación, es considerada estadísticamente escasa, así que las miradas de la gente caen sobre el infortunado excepcional. Recuerdo ahora la dignidad humana del Niño de Vallecas,  ese ser pintado con devoción por Velazquez.
Porque Velazquez atravesó la circunstancia humana del enano, mera anécdota, y fue directo al ser, y ahí nos encontramos con lo sagrado, con la profunda hermandad de lo humano, donde todos estamos unidos sin distinción de raza, sexo, salud, enfermedad o cualquier otra distinción.
Y quien son los extremólicos? Hölderlin( sin duda él lo era), dejó escrito:" Y así, saciado en el éxtasis, mi corazón se llegue hasta morir. Entonces sonreiré satisfecho a las feroces sombras y a los oscuros abismos. Un solo día habré vivido como los dioses. Y eso basta."
Extremólicos, fugitivos, melancólicos, exiliados... Ah!... todos aquellos que osaron aspirar y vivieron el amor excelso, que eligieron vivir a su manera auténtica y feroz, a tope, sin caretas ni máscaras, sin uniformes, sin gregarismos ni agarres, ni sostén de ningún tipo. Los que se derrocharon en los demás, los que fueron generosos sin condiciones, los que se entregaron sin reservas, sin calcular las consecuencias...
La gente normal busca el equilibrio, la comodidad, el buen vivir, la seguridad de un sueldo, el triángulo de las jerarquías.  La eterna ficción de la matemática...como si uno +uno fueran siempre dos...
Los que se aventuran en la vida sin contratos son proscritos, aventureros, son marginados peligrosos que osan poner en riesgo lo establecido. Van gritando en silencio algo que todos sabemos...Y es,  que nada hay seguro, que nada es permanente, que la esencia de la vida es la fugacidad y que esa esencia exige y nos reclama la alta intensidad, la eternidad está en el presente, el primer beso es único, y el siguiente y el siguiente, la vida es una sucesión de milagros en fuga y el que no tenga ojos para sentirlo es que tiene el corazón muerto.
Si, un solo día vivido como los dioses, es una revelación que se paga. Quien no se mantenga en la bendita lucidez, será para el resto de su vida un desterrado, un solitario y triste exiliado.
El privilegio de haber vivido de verdad exige verdad. Y la verdad, valentía. Y el que se expone queda exhausto.
Toda construcción humana, toda la pintura, la literatura, las catedrales,  todo es una tentativa de inmortalidad, es la fantasía del hombre que busca perpetuarse. Son aproximaciones al País de Nunca Jamás.
Escalemos hasta la cumbre, y ahí, subidos en la saliente roca del acantilado, miremos el horizonte lejano, ahí donde las  últimas luces funden la tierra con el cielo. Y en ese silencio no hay papeles, ni templos, ni convenciones. Es el reino de la vida y la muerte. La desnudez primera y última. No hay más. Sólo desde esa verdad  sonreiremos a las feroces sombras.
Entre hacer las cosas mal y hacerlas con verdad, hay un término medio que es no hacerlas. Es el descanso de los auténticos. Todo menos llenar el mundo de mierda.
La burocracia es una convención necesaria, es la triste realidad del vivir cotidiano.
Pero la verdadera vida no está ahí.
 Coge tu chaqueta y tírala...


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