viernes, 27 de noviembre de 2015

DE LA TIERRA Y EL CIELO

En “ El Cielo Sobre Berlín” de W. Wenders, dos ángeles sobre vuelan el cielo y las calles de la ciudad alemana, escuchan y miran impotentes las limitaciones y los sufrimientos humanos, y poco pueden hacer para aliviar a los habitantes de Berlín. Apenas apoyan sus manos protectoras sobre el hombro de las personas que vagan con sus penas.
Sólo pueden ser vistos por los niños y las personas de corazón puro. Ellos también vagan invisibles por la urbe.
Uno de los ángeles se enamora de una trapecista, y desea ser humano, padecer penas, sentir el peso de su propio cuerpo, poder acariciar el cuello y la espalda de la bella trapecista, involucrarse en la tierra y sentir no sólo el espíritu, sino la incendiada carne, la voluptuosidad de lo humano.
Todos ansiamos nuestra carencia, los humanos la levedad, los ángeles el peso y la carnalidad.
Quizá estamos viajando de un lugar a otro y lo ignoramos, y queda en nosotros un recuerdo vago, una intuición pertinaz que nos recuerda el otro lugar al que pertenecimos.
Exiliados en la Tierra con muros colindantes.
Añorantes de corporeidad los que ascendieron a los cielos.

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