martes, 10 de mayo de 2016

ALGO DE CICLISMO





La bicicleta, la gorra para el calor y nada más, ciclismo de los años 50 y 60, sin tanta parafernalia de cascos, gafas, cubre-zapatillas, monos ajustados y aerodinámicos. Que pureza las fotos de Eddy Merck y Ocaña, estilizados, sus cuerpos esbeltos, su cara desnuda al viento, su esfuerzo transparente contra las pendientes escarpadas del Tour.

Una sensación de libertad, de pureza, de sencillez, ningún disfraz, ninguna máscara, desnudez y valentía contra el destino incierto, apuestas valientes, escapadas suicidas, descensos accidentados, una época romántica contrastada contra estos tiempos planificados en que el esfuerzo se mide en vatios y el ciclista sigue al pie de la letra las gráficas del ordenador y jamás traspasa los latidos pertinentes de su corazón o las órdenes de su director de equipo a través de los auriculares del pinganillo.
Ya no hay gestas heroicas, ni pájaras que hunden al líder del pelotón y lo tumban de un solo golpe.
La sombra del dopaje programado al milímetro sigue ahí acechante.
J.Manuel Fuente, el mejor escalador de su época, capaz de destrozar a un pelotón entero o de llegar media hora tarde porque no había sabido calibrar sus propias fuerzas, el ciclismo incierto y aventurero.
Hoy, sí, todo es más científico, más regular, más lógico, la modernidad también tiene su estética y su ética de depuración, de búsqueda de perfección.
Pero yo me quedo con los ciclistas de antaño, soñadores, heroicos, vulnerables y románticos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario