lunes, 9 de mayo de 2016

CON EL PELO ENCRESPADO

Esa sensación de asignatura pendiente, de cuadro no resuelto, de ignorancia perpetua, de tentativa que no alcanza la cumbre, esa es la sensación permanente del pintor.
Estar manejando una materia  que quiere traspasar su propia condición y que se resiste a ello.
Quizá por eso la pintura nos mantiene jóvenes, sin certezas ni fanatismos, sin axiomas definitivos ni mandamientos precisos, adolescentes con el rostro furibundo y la cabellera encrespada.
La materia se expresa en la mezcla, en la media tinta, en el mestizaje de lo interno con lo externo, donde los límites se difuminan y todo es borde que se precipita en otra forma, en otra luz, en otra sombra.
Y cierras la puerta del estudio, allí queda la batalla inacabada, y sales a caminar, y en las hojas de las encinas brilla el azul del cielo y en la tierra que pisas las violetas sombras vuelan bajo tus pies.
Y piensas con espanto en las personas adultas que quieren convencernos con sus falsas certezas.

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