martes, 17 de mayo de 2016

THE NIGHT

Tres notas tocadas como podría hacerlo un niño, con un solo dedo tecleando el piano, ese es el inicio.
La melodía va creciendo con el bajo, el violoncello y el violín; algún otro teclado y la percusión se van incorporando gradualmente y la intensidad va subiendo hasta llegar a un éxtasis.
 Y de nuevo el origen de las notas sencillas, que han permanecido sosteniendo la estructura de la melodía.
Oigo esta música de Ludovico, y me parece estar asistiendo al sermón silencioso de un sabio en su gruta, me recuerda que todo nace de la sencillez, que el germen de todo es la claridad, que la primera semilla ya es, que el primer amor engloba a todos los amores, que la primera vocal ya anuncia el misterio.
Es como caminar bajo un cielo en el que apenas lucen tres estrellas y siguiendo el sendero ascendente, adentrarse en una bóveda luminosa cruzada por estrellas fugaces.
Y dejar guardado el corazón en aquel valle del que partimos, en el que brillaban, únicas, las tres hermosas estrellas solitarias.

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