lunes, 11 de mayo de 2015

AMORES CRUZANDO LAS NOCHES

Es mayo y el aire anticipa el verano que entra por la ventana del coche, la música suena a tope mientras atravieso la noche y una constelación de seres pueblan mi visión interna, la melodía va moldeando mis sentimientos que se mecen con los acordes de la voz y la guitarra.
Todos los tiempos se armonizan en uno solo y total en esa mano que cogió la mía, los ancestros y los descendientes confluyen amorosamente en mi corazón, el pasado está ahí como un lecho, ya hace tiempo que no hace falta barrer, todo empieza a tener un sentido redondo.
Y su sonrisa blanca y su piel morena y sus ojos afirmativos brillan en esta noche global, por un momento los mendigos envueltos en sus cartones parecen levantarse embriagados también, quizá todo tenga un sentido más allá de lo imaginable, que poco alcance tiene lo conocido, que equivocados están los que creen que lo femenino está en aquel lado y lo masculino en el lado opuesto.
Vi dos seres besándose en el pasadizo oscuro y allá sólo irradiaba el resplandor del amor.
La anciana andaba y cruzaba la calle con el rostro joven, los niños se peinaban la barba encanecida, el viejo jorobado hacía saltos mortales y piruetas sin dificultad, se sentaba luego en el suelo comiendo caramelos y un negro con los brazos blancos pasaba el sombrero pidiendo limosna. En el columpio del parque, justo al lado del lugar en donde aparco el coche, un japonés sube y baja silbando, absorto en la negritud de esta noche cálida y mestiza.
Ringo, el tekel de Carchín, ha muerto hoy. ¡Ah! Lo que se vive en el corazón, no se sepulta bajo tierra.
¡Dame un día más para poder seguir viendo tus ojos, sólo un día más!
Iru mi perro , hace un año que murió y se sigue paseando entre mis hijos y yo, todos los días aparece un rato, a Pedro le seguía por el campo verde, el lunes se cruzó con Diego, el martes lo vio Reyes, ayer estaba durmiendo a mi lado.
Esta madrugada era yo el que estaba allí, junto a él.
El cuerpo ya no pesaba.
Y yo seguía pintando con mis dedos y los pinceles permanecían inmaculados en mis pies.


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