martes, 5 de julio de 2016

CAMINANDO EN LA PARADOJA

Cuando veo a los seguros de si mismos, a los prepotentes que se creen invulnerables y piensan que el prójimo está siempre un escalón por debajo, acabo suponiendo que ya les llegará su hora, su hora de aprender, pues el soberbio lo es sobre todo por ignorancia, al ególatra le falta el tramo oscuro del camino, la noche llega y una linterna sirve para dar el primer paso pero impide divisar el horizonte.

Estamos todos moviéndonos en la paradoja, ir en una dirección supone ver ejércitos de caminantes cruzarse contigo en el mismo camino pero en dirección opuesta. Muchas veces, más veces de las que quisiéramos, llegamos al pueblo ansiado y lo hallamos desierto, era sólo un pueblo fantasma y la fuente está seca.
Así que debemos continuar nuestro camino, y lo que creíamos era meta no era más que un recodo del trayecto.
Conozco grandes músicos que adoran tocar su instrumento pero sienten pánico de salir al escenario, grandes deportistas que deben viajar todas las semanas de un extremo al otro del planeta y no soportan viajar ni salir de su casa, pintores con alergia al aguarrás, escritores hiperactivos que no logran estarse quietos en su mesa de trabajo, toreros que jamás matarían ni a un mosquito y van sorteando las hormigas del camino para no pisarlas.

Eso es vivir, llorar por dentro y sonreír por fuera, estar feliz y abrazar al amigo que llora, triunfar y sospechar que uno no es más que un farsante, ser escritor y no haber publicado jamás un libro, recibir el premio de la confirmación y recordar en ese mismo instante al maestro que supo huir en el justo momento y permanece libre en el inmenso olvido.
Y caminar con la grajilla cenicienta en el hombro izquierdo y el ruiseñor cantor en el derecho.


5 Junio 2016

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