La amenaza está ahí, se entrevé, acecha en la madrugada cuando el cuerpo pesa como un fardo en la cama, y levantarse parece un esfuerzo insuperable.
¿Será eso la temida vejez?
¿ Sentir que ya todo fue vivido y que nada nuevo nos hace levantarnos?
¿ Sentir que el único esfuerzo que queda por hacer es cerrar los ojos y dormir y y ya nunca volver a abrirlos?
Quizá es sólo un recurso más de la propia vida que te hace entender que la temida muerte no es una pesadilla, es un descenso a la paz, a la verdadera y única paz.
Que la única pesadilla es la propia vida con su diaria guerra y su interminable afán.
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