jueves, 12 de junio de 2014

PORVENIR

Como hablar de lo innombrable sin ser pretencioso, sin parecer que uno quiere hacer ver que sabe lo que nadie sabe y yo menos que nadie.
 Porque uno es muchas cosas para finalmente ser nada...
Porque uno no quiere ser nada para poder ser todo...
     El artista, el niño que me acompaña, el ciclista, el que sube a las montañas, el padre , el hijo, el amante, el que muere, el dolor, la alegría, el payaso, el loquito, el que resucita, el que llora emocionado, el desesperado, el iluminado, el que se derrumba, el que se levanta, el que sueña, el que no cree en nada, el que  cree en todo, el que camina por el sendero a paso lento aunque esté impaciente, el que mira las nubes y se reconoce en los cerros, el que intenta pintar la luz,  el de los cuadros oscuros porque ahí si que hay luz, pero todavía más en el cuello de una mujer, y en su espalda, el que  siente la plenitud del vacío, al amanecer, cuando la primera luz silenciosa da forma a las cosas, el que escucha al mirlo cantar y apenas es consciente de su propia respiración, el que perdió en el camino sin salida su propia identidad, el que tiró todas las máscaras y es un chicle mascado sin forma ni olor ni sabor, el que huele el tomillo y la tierra mojada, el que se expande en el resplandor de las noches oscuras.
El que ríe, el que mira, el sensual, el asceta, el que salta y se agacha bailando, el que habla con las manos cuando las palabras no llegan.
El enamorado del desierto, del agua y el silencio.

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